El ego, ese tirano…
El ego, definido en una de sus muchas acepciones como “el aprecio y consideración que uno tiene hacia sí mismo”, es a lo que quiero referirme en este artículo. Leyendo la definición, pienso que es bueno que tengamos cierto grado de ego, pues “apreciarnos” y “tenernos en consideración” me parece muy sano y necesario, y algo que a veces con frecuencia olvidamos. No obstante, quisiera centrarme en las personas que tienen un “exceso” de ego y los problemas que esto puede generar. Este egocéntrico, en el fondo alberga, un ser inseguro, frágil, y necesitado de la aprobación externa.
Los seres humanos, en mayor o menor medida necesitamos captar la atención y despertar el interés de los demás, pues de ello nos nutrimos para alimentar nuestra autoestima. El problema aparece, cuando esto se convierte en algo desmedido e insaciable, y sólo estamos interesados en nosotros mismos, olvidando al resto de seres con los que convivimos.
Es habitual que las personas egocéntricas (“ego” viene del latín y significa “yo”), tiendan a interesarse por satisfacer exclusivamente sus propias necesidades, deseos u objetivos, perdiendo absolutamente toda perspectiva de las necesidades de su entorno; por tanto no es de extrañar que sus relaciones a todos los niveles, sufran cierto deterioro y posean un importante déficit de empatía.
El ego es un yo artificial creado por la familia, la sociedad y la cultura. Una máscara, una cara más sobre muchas caras
Alejandro Jodorowsky (escritor, psicoterapeuta, y artista chileno).
Cuando queremos ser “el centro”, necesitamos demostrar constantemente lo buenos que somos ante los demás, por tanto todo lo nuestro es mejor o más importante, ya sea una opinión, una tarea, etc…Esta situación, genera en la persona egocéntrica una ausencia de escucha (lógica pues si ella tiene la verdad, por qué debería escucharte), también ausencia de feedback u opinión de terceros sobre nosotros, pues o no la piden, pues no otorgan criterio a su interlocutor o no lo toman en consideración; por tanto, el egocéntrico está condenado a la soledad, o a que su entorno, sencillamente “le soporte”. Otro aspecto importante, es que el egocéntrico, necesita todo su amor para sí mismo, aspecto que limita enormemente que pueda sostener relaciones afectivas sólidas y duraderas con terceros.
Algunas manifestaciones de nuestro ego pueden ser cuando:
- Cuando opinamos y nos erigimos por encima del bien y del mal, pensando que tenemos la única verdad y pretendemos “evangelizar” a los que difieren.
- Cuando no soportamos que la atención se desvíe hacia otros ni por un momento y automáticamente nos esforzamos en re direccionar la atención de nuevo en nosotros.
- Cuando interrumpimos al que habla, pues en el fondo pensamos que lo que nosotros tenemos que decir es más importante que lo que están diciendo, (interpretación que en el fondo alberga el pensamiento que nosotros nos consideramos más importantes que los demás).
- Cuando nos fastidia el triunfo ajeno, particularmente si es cercano y puede rivalizar con nosotros.
- Cuando buscamos adictivamente el reconocimiento, el prestigio y la popularidad.
- Cuando no aceptamos la derrota y buscamos excusas que trivialicen el éxito ajeno o justifiquen nuestro fracaso.
- Cuando nos dedicamos a juzgar y a criticar en público a personas no presentes.
- Cuando estamos constantemente a la defensiva y ante cualquier comentario sobre nosotros que no sea un halago, nos tiramos a la yugular de nuestro interlocutor.
Pienso que en mayor o menor medida, una gran mayoría de personas (entre ellas yo mismo) se sentirán identificadas con alguno de estos puntos. El “problema” con la gestión de nuestro ego, surge cuando nos sentimos identificados con la mayoría de estos comportamientos o bien con alguno pero en un grado muy interiorizado.
Espero que si como yo, te sientes aludido en algunos de los puntos señalados como “indicadores de ego”, te dispongas a realizar un plan de acción al respecto. En el caso, que ya hayas trabajado estos aspectos, mi más sincera enhorabuena!